miércoles, 10 de marzo de 2010

las preguntas sobre el método que no caben en ninguna parte

Encuentro en todo lo que me propongo analizar una dificultad extrema. Acaso es que no sepa desnudar formas al igual que no he sabido nunca desnudar mujeres. Creo que una capacidad de abstracción nula ayuda. Y, además, la creencia en que no hay instancias reducibles en último termino – como en una especie de universalización - es para esto una losa.
Me pregunto sí he olvidado en que consiste el noble arte de la reflexión. Trato de poner en juego mis pensamientos sobre el mundo pero es como sí me hubieran robado de un tiempo a esta parte mi actitud crítica. Lo encuentro todo injustificable.
Cuando trato de dar una mínima respuesta a mis problemas morales - que son los de toda la humanidad – encuentro siempre una confrontación. Y nunca me decanto. No es que viva para la indiferencia, quizás es que encuentro multitud de sofistas por donde piso. Pero esto me otorga demasiada importancia.
Lo que sí creo en último término es que hay que luchar contra mil demonios – aún sabiendo que la batalla esta perdida – para construir la racionalidad de nuestro ser. Aunque no podemos negar que batallar cuando todo está perdido también tenga algo de irracionalidad.
Hay algo que repito muy a menudo, y me pasa cuando trato de persuadir a la gente de que sus argumentos no me convencen aunque no pueda refutarlos de un modo certero. Lo que siempre digo es que todo es muy complicado, muy complejo.

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