Una voz en mi inconsciencia me regaló un secreto tan absurdo como cierto. Fue un camino que se abrió lentamente. Surgió de la nada, de forma inesperada; pero se fue haciendo cada vez un hueco mayor en el pensamiento hasta que acabó por desbordarlo. Fue erigido cual totalitarismo. Y cuando me quise dar cuenta... ya era demasiado tarde.
A un mismo tiempo he tenido la impresión de que todos tenemos otra voz; errante. Ese hueco vacío en nuestras cabezas que nos impide ver rastro alguno de evidencia de una verdad absoluta. Es una contradicción patente; un pesado golpe. Es una escalera de caracol sin principio ni final. Un extraño escepticismo. Una carencia.
En definitiva; una paradoja.
domingo, 29 de agosto de 2010
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